Infierno blanco a Cercedilla



Tres Cantos-Cercedilla
Distancia:48 km
Día: 18/01/2015
Por Chema Blanco
 
Era una mañana fría de enero, domingo. Se preveía un fin de semana tenue, triste, húmedo. Las lluvias asolaban parte del país y también la Comunidad de Madrid. Dos guerreros ciclistas, Joaquín y Chema, a pesar de los peligros del temporal decidieron salir ese domingo, su objetivo, alcanzar la nevada reserva de Cercedilla. 46 kilómetros les separaban de su meta y Santiago les guiaría por su camino. Comenzaron a rodar por el carril bici que une los viejos municipios de Tres Cantos y Colmenar Viejo, hacia el norte. El aguanieve caía con fuerza, pero las defensas de los dos ciclistas estaban intactas, preparadas para soportar cualquier imprevisto y fuerza que la madre naturaleza les pusiera por delante. La parte sencilla se acabó al abandonar Colmenar. El camino se tiñó de blanco según avanzaban por la estepa madrileña. Pocas almas se mostraban por aquellos caminos, llenos de socavones, charcos y riachuelos, pero aquellos guerreros no temían a la muerte y continuaron su camino. La orografía empeoraba, llegando a tener que cargar sus bicis en brazos. Antes de llegar a Manzanares el Real, tierra de Castillos, un imponente descenso se extendía a sus pies, las nubes se posaban en la helada tierra y la visibilidad disminuía. Chema decidió hacer una avanzada rápida por el descenso mientras que Joaquín vigilaba la retaguardia. Una vez abajo, un puente ante sus pies, un lago y aún 20 km por recorrer. La nieve arreciaba, sus anteojos se empañaban a la mínima y las fuerzas empezaban a mermar en los 2 hombres. Se fueron reforzando a base de barritas energéticas que les hicieron aumentar sus niveles de resistencia. La pedriza de fondo, oculta tras las brumas, soplaba un viento desolador y los lobos aullaban al granizo que caía sin piedad sobre sus pequeñas crías. Desde Manzanares hasta Mataelpino Joaquín y Chema siguieron las flechas amarillas, aquel que las siguiera hasta el final llegaría a Santiago de Compostela, Hogar de gallegos y destino de peregrinos. Tras las dificultades de varias rampas infernales resbaladizas los guerreros llegaron a Mataelpino, hogar de montañeros. No era sudor lo que caía de sus yelmos, era agua, la tempestad empeoraba, se acababan las fuerzas, las barritas ya no hacían efecto, sus vientres rugían, sus piernas quemaban y sus corazones latían acelerados. Y aún quedaba lo más duro, el ascenso final a Cercedilla. En ese momento decidieron que tendrían que seguir otra alternativa, decidieron tomar Cercedilla yendo por carretera, arriesgando su vida mientras aquellas máquinas a motor les pasaban haciéndoles tambalearse, pero no había otra opción, los caminos se habían vuelto impracticables y los lobos del norte acechaban en los arbustos. Todo para arriba, empezaron a subir, a subir y a subir. 8 km de subida sin apenas un maldito llano. Joaquín empezó a flaquear pero sacó fuerzas de dentro, de orgullo y siguió adelante sin abandonar su asiento. Coronaron el pico helado  y pudieron descender por la carretera que va a Cercedilla con gran velocidad, no sin sufrir la niebla y el agua que los dejó calados al llegar a la estación de tren. Muertos de frío y de hambre alcanzaron su meta, porque a las personas con determinación nada ni nadie puede impedirles cumplir sus objetivos.







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